La importancia de uno mismo
Por José López Guido
Por José López Guido
Que caso tiene alcanzar los grandes objetivos, como tener lo que uno ha soñado, si en el intento se pierde la salud, la alegría y hasta el alma. Hay un tiempo preciso, precioso y valioso para aportar bienestar en cada área de la existencia. Solo que en algunos momentos nos aferramos a algún ideal descuidando las zonas vitales de la existencia.
¿De qué sirve tener una bonita casa, si ya perdimos la familia? ¿Obtener la fama, cuando ya se perdió la paz? ¿O alcanzar una buena remuneración económica, cuando nos quedamos sin salud? ¿Para qué sirve salirnos con nuestros caprichos, si dejamos gente resentida?
La energía que disponemos a lo largo de la vida es para aplicarla en todas las áreas de la existencia. Todas estas áreas son importantes, cada una requiere de nuestra atención y dedicación, y si fallamos al no darle la atención que cada cual requiere, adquirimos una deuda, que tarde o temprano tendremos que pagar. Quien va acumulando muchas deudas, ya no tiene energía para lo más elemental y hasta pierde la capacidad de concentración y de manifestación. Por ejemplo: dentro de una familia cada uno tiene la obligación (suena dura la palabra obligación, pero efectivamente es una obligación), de aportar lo mejor de sí mismo para que funcione la familia, dentro de la mayor armonía. Cuando alguno de sus miembros no colabora, está frenando el mejoramiento de la familia, que en sí es un organismo, que para su evolución requiere de la participación de todos sus miembros. Por lo cual todos tienen una obligación solidaria para todos los miembros que componen la familia. Si alguno no participa aislándose, sé esta condenando al aniquilamiento, solo los miembros que aportan beneficios dentro de un organismo subsisten.
En el reino animal, las abejas, excluyen del panal a los zánganos que no producen, terminando algunos muertos de hambre o de frío. Esto mismo se aplica en las sociedades. Por ello algunos de sus miembros son excluidos de la sociedad, terminando en cárceles o en centros de readaptación y algunos hasta siendo ejecutados.
Para algún lector estas aseveraciones podrían parecerles un poco duras e impositivas, de hecho a mí también me lo parecen, solo que son axiomáticas, es decir que se comprueban por sí mismas. Pero sigamos. En todos los códigos sociales y morales está condenado todo aquel que aténte en contra de otros, esto es un reflejo del comportamiento de las leyes naturales. En la naturaleza todo marcha en armonía, a cada acción corresponde una contra reacción, por cada electrón que se desplaza a otro átomo, se agrega otro protón al núcleo, todo tiende al equilibrio. “Quien a hierro vive, a hierro muere”.
Tenemos la obligación de estar bien, solo que para estar bien, el entorno debe estar bien. Solo cuando logremos que el entorno esté bien, nosotros estaremos bien. Todo obedece a una resonancia electromagnética. Ya que no hay efecto sin causa.
Todos los seres humanos tendemos a procurar lo que necesitamos, es parte del instinto de sobrevivencia. En esa lucha por lograr cuanto requerimos, dañamos a otros, al dañar a otros adquirimos deudas, las deudas siempre se pagan, la naturaleza siempre cobra. Si alguno quedó lastimado a nuestro paso, luego nosotros saldremos lastimados, lo que se envía, se regresa.
Tenemos un tiempo preciso, precioso y muy valioso para beneficiar a otros con nuestras actitudes, no es necesario ir muy lejos para hacer grandes obras, el buen juez por su casa empieza, mejorando la familia se mejora la sociedad. Si sólo obramos pensando en nosotros mismos estamos solicitando a la naturaleza la exclusión, ya que lo que se envía regresa multiplicado.
Que caso tiene lograr lo que uno quiere, si en el objetivo hemos perdido el rumbo trazado de antemano por nuestro yo mayor. El objetivo del yo mayor tiende a beneficiar al todo, porque todos somos uno.